En los días de hoy tenemos pilares de cada una de las religiones profesadas por aquellos que declaran un amor excesivo por una marca o una tendencia. Dogmatismos técnicos y estéticos que, en el fondo, son los más divertidos.
Por eso, el sitio Photolari ilustró con dibujos de Óscar Sánchez Requena los diez más temerosos y tenues fundamentalismos fotográficos para que cada uno pueda identificarse con su favorito.
1. Cacharrismo
Estamos en el lugar perfecto para hablar de esto y e incluso plantearnos un tratamiento. Si eres de los que ve siempre las imágenes al 100% a la búsqueda de ruido o aberraciones es que eres uno de ello. Lo importante no es la foto, sino la cámara con la que se ha hecho, la óptica usada o el ISO con el que se dispara. Los buenos cacharristas –también conocidos como los linuxeros de la fotografía- siempre tienen un monitor que calibrar, un perfil de color que mejorar o un accesorio imprescindible que añadir a su absurdamente inmenso equipo. Grandes motores económicos del sector y eternos insatisfechos con su cámara, al menos no tienen problema en reconocer que les gusta más hablar de cámaras que de fotografía.
2. Canonismo
Se les suele considerar menos extremistas -o pesados- que otras tribus fotográficas, pero la mayoría prefiere denominarlos aburridos o tristes. Y es que, al contrario que otros fanboys, el auténtico canonista sufre un proceso inverso: se compra una EOS porque es la elección fácil y lo que todo el mundo usa, y luego desarrolla y alimenta esa fe. Bipolares a la hora de impacientarse cuando las novedades tardan en llegar e indignarse cuando llegan demasiado pronto, siempre está tentando de “venderlo todo y pasarse a…” pero pocos se atreven a salir. Algunos incluso lo intentan y vuelven.
3. Peliculismo
“La fotografía química y la película siguen vivas” repiten. Y visto el panorama y las modas puede que de insistir acaben teniendo razón los muy puñeteros. Son los fundamentalistas de lo argéntico, que es como ellos se refieren a la película en plan pedante cuando no sueltan cosas como “fílmico”. Bastante discretos durante unos años, el amor hipster –tribu de la que ellos reniegan, por cierto- por lo retro les ha dado cierta visibilidad últimamente. Grandes amantes de las Leica, los peliculistas se refieren a los usuarios de las M digitales con el cariñoso apelativo de traidores. Aunque usan cámaras digitales y móviles cuando nadie les ve, en realidad para ellos la única fotografía auténtica es la que huele a revelador.
4. Nikonismo
Pasa siempre con los pueblos que se consideran los elegidos: los practicantes del nikonismo tiende a mirar al resto de la humanidad fotográfica con cierta condescendencia. Además de ignorar todo aquello que no sean cámaras réflex –mencionarles las Nikon 1 es algo así como su Kryptonita-, el amor a los productos de su marca favorita es casi tan grande como el odio hacia sus líderes, que insisten en maltratarles. Pese a ello, su eterna amenaza de pasarse a la competencia rara vez se cumple. Aunque vivieron momentos de gran intensidad y pesadez, nuevos fanáticos los han convertido casi en un grupo entrañable.
5. Purismo
“No”, repiten incansablemente. Todo está ya inventado y además era mejor antes, así que eso sólo puede significar una cosa: cualquier novedad es una mierda. Odian los selfies -nosotros también, ojo-, el retoque digital, las pantallas de las cámaras, los móviles, las redes sociales, los filtros digitales… Solo el blanco y negro –en papel baritado-, una cámara de madera o una charla con un peliculista puede calmarles. Se trata de una escuela en decadencia porque en realidad casi nadie soporta su lenguaje barroco para no decir nada ni la sucesión de fechas y citas históricos, posiblemente inventadas. Y sí, Instagram es también una herejía.
6. Olympismo
Sigue siendo una religión minoritaria y dividida –todavía hay sectores ortodoxos aislados en el monte que reclaman la vuelta a la senda del Cuatro Tercios, mientras que la mayoría se ha olvidado ya de los espejos- pero muy activa. Dos síntomas aparentemente contradictorios permiten detectar al olympista de pura raza: orgullo por ser diferente y cierta sensación de ninguneo y persecución continúa. Si a veces criticamos sus cámara es porque estamos comprados por las grandes compañías o porque no tenemos ni idea, repiten desde hace años. Al final se les coge cariño, aunque con la llegada de la E-M1 Mark II todo hace pensar que se van a poner especialmente intensos.
7. Lomografismo
Aunque podrían considerarse una corriente del peliculismo, en realidad se ignoran. En el mejor de los casos, porque a veces también se desprecian profundamente. Considerados por los clásicos como una panda de modernos, los lomógrafos ven a sus compadres analógicos como unos carcas: usan cámaras de película que ni son de plástico, ni son absurdamente caras, ni producen imágenes distorsionadas de colorines. Tras su aspecto de jóvenes rompedores, se trata del único fundamentalismo con sus propias tablas de la ley. La cámara, eso sí, es más un complemento de moda y cuentan que una vez alguien se animó a revelar el carrete. Pero puede que sea sólo una leyenda urbana.
8. Gafapastismo
Escisión de la escuela filosófica del vendehumismo, el alcance de esta secta es muy transversal y afecta a todos los ámbitos culturales. Se trata de una fe muy arraigada entre los fotógrafos que gustan de explorar su vertiente más artística, lo que se traduce en imágenes desenfocadas, extrañas o directamente malas. “Concepto” es su término preferido para justificar los churros que salen de su cámara. Viven aislados en su mundo y ajenos a las críticas y risas del resto de fotógrafos a los que ellos denominan “pobres”. Sí, ganan bastante más dinero que tú y que nosotros.
9. Sonysmo
Son los últimos en llegar al baile, pero cuidado con ellos pueden ser tan brasas y radicales como el resto. Aspirantes desde hace años a derrocar a canonistas y nikonistas de su trono, para ellos la única fotografía que existe es la digital, y eso lo inventó Sony. En sus sueños húmedos se ven como el Apple de la fotografía, pero por coherencia y amor de marca, les toca usar un móvil Xperia con el mismo sistema operativo que utiliza Samsung. Y que encima hace peores fotos. Con el éxito de las A7 se están viniendo arriba reclamando más titulares y atención, y a día de hoy nuestro ser mitológico favorito es el fotógrafo que se pasa a Sony sin anunciarlo a bombo y platillo.
10. Streetphotographismo
El streetphotographismo es la más reciente e insoportable de las fes fotográficas porque, además, es compatible con cualquier de las anteriores, lo que duplica su pesadez. Primos no siempre bien avenidos de los practicantes del instagramismo y salvando unas cuantas excepciones, desde hace un par de años han descubierto que esas fotos terribles que hacen por la calle sin criterio alguno parecen un poco mejores en blanco y negro y si se las llama street photography. Vivian Maier es el único dios verdadero, así que muchos dedican parte de su tiempo a esconder sus fotos por ahí a ver si alguien las encuentra dentro de unos años. Mientras tanto se pasan el día dando consejos que nadie les ha pedido.
via Photolari
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